A partir de la Ilustración, en el siglo XVIII, y de la expansión de horizontes y conocimientos del siglo XIX, se produjo una revolución científica y social en el siglo XX con descubrimientos que cambiaron nuestra concepción del mundo.
Uno de esos descubrimientos fue el de la Teoría de la Relatividad de Albert Einstein. Según ésta, el tiempo y el espacio son indivisibles y forman un tejido que se ve afectado por la gravedad. Einstein nos enseñó que la percepción del espacio y el tiempo cambian en función de la posición y la velocidad del observador; a más velocidad el tiempo se hace más lento y a menor velocidad el tiempo corre más deprisa. Este efecto sólo se notaría de forma significativa si viajáramos a la velocidad de la luz, pero de una forma más sutil puede percibirse en muchas situaciones de la vida cotidiana. Según la teoría de la relatividad cada persona tiene su propia medida del tiempo en función de dónde se encuentra y cómo se mueve.
Stephen Hawking nos llevó al horizonte de sucesos de los agujeros negros, donde todo se detiene; y al momento anterior al Big Bang, donde nació nuestro universo y con él el espacio/tiempo.
Otro descubrimiento importante fue el principio de incertidumbre, postulado por Heisenberg. La mecánica de partículas nos dice que no se puede saber a la vez dónde está algo (por ejemplo un electrón) y a qué velocidad se está moviendo, ya que cuando queremos medir la posición y velocidad de un electrón necesitamos verlo y para eso es necesario que un fotón, una partícula de luz, choque con él, lo que modifica su posición y velocidad, por lo que la presencia del observador modifica lo observado.
Hoy sabemos que el tiempo es un discurrir desde un pasado a un futuro y esto se manifiesta en la flecha termodinámica o flecha de la entropía, que describe el camino hacia la muerte térmica y la disolución. La entropía podría ser uno de los futuros posibles de nuestro universo, que al parecer se expande, se enfría y camina hacia la muerte térmica. Pero puede que existan multitud de universos paralelos y que los átomos y moléculas que nos conforman se manifiesten en esos universos en una multitud de variantes; puede que ahora mismo estén sucediendo montones de Big Band más allá de los límites de lo conocido; puede que exista una velocidad mayor que la de la luz, puede que un día podamos viajar a través de agujeros de gusano…
En nuestro cerebro, en la psique, percibimos el tiempo como un discurrir del pasado hacia el futuro. Mientras recordamos el pasado de forma subjetiva, el futuro es una aspiración, un proyecto, un horizonte desconocido.
«El tiempo es el medio de volver real aquello que es potencial» Mª Louise von Franz.
Hay otras formas de percibir el espacio/tiempo en su dimensión cualitativa, como ocurre en el tiempo sincrónico, que surge como una señal en medio del discurrir cotidiano, una señal que quizás nos llega desde lo desconocido de nuestra psique en su diálogo con la energía del todo.
La sincronicidad describe una situación en la que una imagen aparece en la consciencia, en un sueño, en un presentimiento, y a la vez un acontecimiento externo coincide de forma extraña y sorprendente con esa imagen de la psique.
C. G. Jung investigó estas extrañas manifestaciones con el físico W. Pauli, con el que colaboró en un libro llamado: Sincronicidad como principio de conexiones acausales.
Fue investigada también por los físicos David Bohm y David Peat, que la resume en su libro: Sincronicidad.
En el mundo cuántico, el de las partículas subatómicas, el tiempo puede ir hacia delante o hacia atrás, en cambio en el plano visible el tiempo marcha siempre hacia delante y tiene un carácter irreversible.
La energía se mueve en ciclos, podemos ver una partícula como onda y como partícula a la vez, lo que nos descubre un universo y un tiempo/espacio más complejo y creativo marcado por la gravedad, la velocidad, la percepción, los observadores, las fluctuaciones cuánticas, la entropía, las transformaciones y la vida.
El concepto de entropía negativa fue introducido por Schrödinger en su libro ¿Qué es la vida? en 1943. La neguentropía o entropía negativa es la entropía que un sistema vivo exporta para mantener su entropía baja y de esta forma compensar el proceso de degradación a lo largo del tiempo. Schrödinger apuntó la idea de que los seres orgánicos se desarrollan aumentando su complejidad de forma que pueden aprovechar los excedentes de energía del medio y devolver sus propios excedentes, que son aprovechados por otros seres vivos. Mientras los cuerpos inorgánicos caminan en el tiempo según la segunda ley de la termodinámica, desorganizándose y degradándose hasta no distinguirse del medio, los seres vivos, orgánicos, se desarrollan incrementando su complejidad estructural, diferenciándose y modificando el medio ambiente. Podemos hablar de otra flecha del tiempo, la flecha neguentrópica, que apunta a un aumento de la complejidad, de la diferenciación y de la información.
El meteorólogo Edward Lorenz, a mediados del siglo XX, propuso la teoría del caos según la cual algunos sistemas dinámicos pueden verse afectados por pequeñas variaciones en sus inicios que den lugar a resultados inesperados en su desarrollo. Lorenz puso el ejemplo de «El efecto mariposa”
Ilya Prigogine en su teoría de las estructuras disipativas planteó la idea del tiempo real como una flecha evidente e irreversible para todo lo que existe, aunque determinada por bifurcaciones, sucesos y momentos aleatorios en los que la flecha puede tomar diferentes direcciones sin que podamos saber cuál va a tomar y cuáles van a ser las consecuencias. En las épocas situadas entre bifurcaciones aumenta el determinismo y en las épocas de bifurcaciones aumenta el indeterminismo.
Desde esta perspectiva el tiempo es una magnitud irreversible en todo el universo, pero no es lineal, está sometido a puntos de bifurcación e inestabilidad afectados por sucesos aleatorios que pueden cambiar la orientación de todo el sistema o transformarlo en otro.
«Vamos de un mundo de certidumbres a un mundo de probabilidades. Debemos encontrar la vía estrecha entre un determinismo alienante y un universo que estaría regido por el azar y por lo tanto sería inaccesible para nuestra razón. En un mundo donde ya no impera la certidumbre, restablecemos también la noción de valor. Sin duda en el siglo XXI veremos el desarrollo de una nueva noción de racionalidad donde razón no estará asociada a certidumbre y probabilidad a ignorancia. En este marco, la creatividad de la naturaleza y, sobre todo, la del hombre, encuentran el lugar que les corresponde»
Ilya Prigogine.
Vivimos inmersos en el tiempo de la Tierra, sostenida por sus ciclos alrededor del Sol que dan lugar a las estaciones y sus climas; por el giro de la Tierra sobre sí misma que da lugar al día y la noche; y por el ciclo de la Luna alrededor de la Tierra que ilumina y equilibra nuestros ritmos con sus fases de luz y oscuridad.
Mes viene de mensis, luna en latín, que deriva del indoeuropeo men, luna.
Los meses nacieron del calendario lunar de 28 días y las semanas de siete días de los siete días de las fases lunares. La celebración de un día de descanso semanal, la menstruación de la luna, se asocia con la fase de la luna oscura y los antiguos rituales de descanso y purificación.
Los ciclos solares y lunares afectan a las mareas, los vientos, las corrientes de los océanos, los ciclos reproductivos, los ciclos hormonales, la fotosíntesis de las plantas, nuestro sueño y vigilia. Son los ciclos reales en los que se inserta la vida en la tierra. El Sol tiene ciclos en los que aumenta su actividad y se producen las tormentas solares.
Por la llamada precesión de los equinoccios el punto vernal o equinoccio de primavera, equinoccio de otoño en el hemisferio Sur, va cambiando hasta recorrer toda la franja elíptica, es el llamado Gran año, que dura unos 25776 años.
Cuando se desarrolló la Astrología, el punto vernal tenía como fondo a la constelación de Aries, de aquí que el punto vernal se conozca también como punto de Aries. A cada 30° de arco le corresponde una de las 12 constelaciones del zodiaco y actualmente el punto vernal transita sobre Piscis.
El Año cósmico o año galáctico es el período de tiempo que tarda el sistema solar en dar una vuelta alrededor del centro de nuestra galaxia, la Vía Láctea, entre 225 y 250 millones de años terrestres.
El ciclo Saros, creado por los caldeos, servía para predecir los eclipses. Cada 19 años la Luna y la Tierra vuelven a la misma posición en sus órbitas y los eclipses se repiten. Además, las fechas de las fases de la luna se repiten cada 19 años y es el llamado ciclo Metónico, que como el ciclo Saros, servía para predecir eclipses.
El tiempo como ciclo nos da la idea de ritmo, como el ritmo respiratorio, el pulso cardíaco, el ciclo menstrual, el ciclo circadiano (entre el sueño y la vigilia), el ciclo metabólico. La idea de ritmo se asocia a la música, una forma neguentrópica que aporta orden al desorden. Desde este punto de vista el tiempo puede tener un ritmo estridente, lleno de desgaste y estrés, o un ritmo armónico y fluido que recoge información y ahorra energía. Podemos percibir el tiempo como una secuencia de ritmos dentro de ritmos que se retuercen en espirales fractales.
Nuestros ciclos biológicos se imbrican en los ciclos del planeta y se entrelazan con los ciclos de las plantas, de los animales y minerales, con los ciclos climáticos, los ciclos sociales, los pulsos electromagnéticos… Ciclos dentro de ciclos que interactúan y se influencian unos a otros.
Desde nuestra percepción individual y subjetiva podemos describir los diferentes tiempos en los que se desenvuelve nuestra vida como:
Tiempo interno – lunar, asociado a los ciclos hormonales, el metabolismo, al ritmo circadiano y los cambios fisiológicos. A los estados emocionales, a la percepción y la sensación, a la memoria.
Tiempo social– solar, asociado a nuestra vida activa, las decisiones, la organización, los proyectos, los compromisos y el mantenimiento energético, la economía, la vocación, la función social, el rol familiar. Es nuestra imagen pública y tiene relación con nuestras aspiraciones, los deseos de evolución y reconocimiento; con la necesidad de expresar, comunicarnos con los demás y dejar una huella de nuestro paso por la vida.
Los tiempos de la familia, los hijos, el amor y los sentimientos. Del trabajo, el intercambio social, la amistad, el servicio, el ocio y la cultura, las fiestas y rituales. Del mantenimiento del espacio, de la higiene y la salud, el descanso y la alimentación. El tiempo de los sueños, en el que nuestro cerebro viaja fuera del tiempo a los mundos del inconsciente.
El Tiempo real atraviesa y matiza todos los demás, es el tiempo creativo. Un tiempo para hacer aquello que nos gusta, que nos apasiona, que nos llena de emoción y nos construye. Un tiempo que enlaza todos los tiempos y nos acerca a la felicidad. Este tiempo tiene relación con las actividades artísticas y culturales, los pasatiempos, los estudios e intereses intelectuales, la investigación, los viajes, el desarrollo y el descubrimiento de nuestras capacidades, con la vocación y con todas las actividades que implican innovación e intuición.
El tiempo de la vida se unifica y descubrimos un ritmo, una música, un fluir que despierta nuestra confianza en las horas bajas y activa el desarrollo de nuestros recursos. En ese tiempo desaparece el tiempo lineal y nos sumergimos en un tiempo expandido, circular y cíclico, que nos vuelve a sintonizar con la Tierra, con el Sol y la Luna, con la galaxia y el universo, y nos convertimos en viajeros del tiempo, en creadores de nuestras propias metáforas.
Es el tiempo real que abre las puertas de la percepción entre el sueño y la vigilia, consciente e inconsciente, razón e intuición, pensamiento e imaginación, ciencia y mito, definición y símbolo, y nos permite explorar nuestra capacidad para percibir, crear y elegir.