Roles de género en los cuentos de hadas

Los cuentos están en el origen del lenguaje, guardan el secreto de los ciclos vitales y nacen en las profundidades del inconsciente colectivo.

Muchos anuncian la transformación sexual de la infancia al estado adulto, avisan de los peligros que implican esos cambios y enseñan sobre los roles de género y lo que se espera de las niñas y niños una vez realizada la transición sexual.

Los cuentos más famosos tienen sobre todo protagonistas femeninas. Es el caso de Blancanieves o La Bella Durmiente, niñas sometidas a durísimas pruebas que obtienen su recompensa con la llegada de un príncipe.

En estos cuentos encontramos indicaciones claras sobre los valores asignados por la sociedad patriarcal a las mujeres, pureza, castidad, inocencia, ingenuidad, virginidad, belleza ensimismada, adormecimiento. Las niñas no eligen y cuando lo hacen cometen un error, como Blancanieves que come de la manzana envenenada, como la Eva bíblica. Solo la llegada del príncipe las salvará y será su iniciador sexual y su guía. Las niñas aprenden a ser dulces, educadas, espontáneas, alegres, divertidas, compasivas, bellas, aseadas, serviciales y atentas. A disfrazarse para representar el papel que se espera de ellas, a no manifestar sus sentimientos o sus necesidades y mucho menos sus deseos. A estar siempre bellas y modular el tono de su voz para que sea dulce al oído.

Con la cultura patriarcal los mitos de la diosa se transformaron para afianzar la posesión de la mujer y asegurar el origen de la descendencia.

Las diosas que representaban la fuerza vital fueron reducidas a una variedad de ninfas de árboles y fuentes que el nuevo dios patriarcal se dedicó a violar y a humillar.

Ariadna era la Señora del Laberinto, que fue seducida y abandonada por Teseo mientras dormía en una playa, donde fue rescatada por Dionisos. En su leyenda se fragua la de Bella Durmiente.

Galatea, blanca como la leche, era una nereida de la que se enamoró el cíclope Polifemo, la Bestia. Pero ella estaba enamorada del pastor Acis y Polifemo lo mató en un ataque de celos. En su historia late la de Bella y Bestia.


Pigmalión y Galatea (1812 -1820)
Francisco de Goya.

Pigmalión, un rey que despreciaba a las mujeres reales, había creado una estatua que representaba su ideal de mujer y a la que llamó Galatea. Pidió a la diosa Afrodita que le diera la vida y ésta decretó que un beso de Pigmalión la estatua cobraría vida y se enamoraría de él.

En el mito de Galatea encontramos tanto a Bella como a Blancanieves. La primera es sometida por la Bestia, la segunda es congelada en su belleza hasta que el beso del amado la devuelve a la vida.

En el Asno de Oro Apuleyo nos relata la historia de Eros y Psique. Describe el estado idílico del amor en sus comienzos, cuando el ser amado es maravilloso y no vemos sus defectos.

Psique, Galatea, Ariadna, Medea, estas heroínas antiguas tenían su recompensa y redención en la inmortalidad, Ariadna se casó con un dios y se hizo inmortal. Medea fue a vivir a los Campos Elíseos. Psique consiguió el perdón de Afrodita y se casó con Eros.  La redención de las niñas en los cuentos llega con el príncipe que las saca de su sueño. Las demás son hermanastras ruines y envidiosas, madrastras o brujas.

A las niñas se las prepara para la llegada de la menstruación, que aparece en símbolos como en las tres gotas de sangre que derrama la madre de Blancanieves o la manzana roja que muerde la niña incauta. La sangre que mana del dedo de la Bella Durmiente al pincharse con el huso que la duerme por cien años. La rosa que aparece en la Bella y la Bestia o la caperuza roja de Caperucita. Todos son símbolos de la primera regla y de los cambios que llegarán con ella a la vida de las niñas.

La bella durmiente del bosque. Gustave Doré. 1867.

Todos esos símbolos, la sangre, las manzanas o el color rojo avisan al inconsciente de las niñas sobre la transformación que van a sufrir. Se les avisa de los peligros de esa etapa en la que pueden ser presas fáciles de depredadores sexuales, como en el cuento de Caperucita.

Se les enseña a estar adormecidas, atontadas e ignorantes a la espera de la llegada de la figura masculina, el príncipe, que las despierte y les de su lugar en el mundo.

La belleza femenina aparece como manifestación externa de la bondad, lo que muestra a la mujer como vacía de inteligencia, de valores humanos y deseos. Representante del espíritu sólo por su pura belleza y susceptible de todo tipo de bajezas cuando la pierde. Pero esa idea de belleza es un arma de doble filo, es garantía de valor, pero es efímera y despierta la codicia de los hombres.

Cinderella – Edward Burne Jones. 1863.

En cuentos como Eros y Psique, la Bella y la Bestia, Cenicienta o Blancanieves, encontramos el amor como elemento de redención de jóvenes atrapadas en la confusión, la sumisión, la contradicción íntima y la duda. En el miedo y la angustia frente al despertar de su sexualidad y a la figura misteriosa del hombre, bestia o príncipe.

Ellos poseen la fuerza sexual, ellas la belleza inocente, ellos el poder sobre el mundo material, ellas el de ser reinas del hogar a cambio de no preguntar.

Él no tiene que dar explicaciones, pero cuando ella desea conocer corre un grave peligro en el cuento de Barbazul, o es repudiada en el de Eros y Psique, o provoca la muerte de su amado en La Bella y la Bestia.

Los protagonistas masculinos de los cuentos suelen ser pequeños héroes simplones, como en el cuento de Las Tres plumas. Príncipes encantados por una bruja y convertidos en rana, cerdo o bestia, como en El rey rana, o muchachos nacidos de una madre humana y un padre animal que después de superar duras pruebas y realizar importantes hazañas, consiguen equilibrar su parte animal y humana y alcanzar la recompensa de la hermosa princesa, que suele encontrarse encantada o encerrada. Los cuentos para niños son cuentos de héroes activos, aventureros y valientes, capaces de superar todo tipo de pruebas gracias a su inteligencia y astucia.

El Príncipe encantado suele ser convertido en rana u otro animal por una bruja y necesita ser salvado por una niña buena que no sienta repugnancia de él y le deje que coma en su mesa, se acueste en su cama y acepte besarlo, lo que hará que recupere su forma humana original.

En el cuento de Los Tres hermanos un rey tiene tres hijos que tendrán que realizar diferentes pruebas para obtener el reino. Conseguir el mejor tapiz, el anillo más bello y como otro objeto más, la princesa más hermosa.

En las tres pruebas gana Sencillón, el pequeño, ayudado por una gran rana que vive en el interior de la tierra. En la última prueba cada princesa tendrá que saltar dentro de un anillo suspendido en el aire, y gana la princesa que ha traído Sencillón, que al final no tiene que hacer nada, ni siquiera viajar, ya que el pozo donde vive la rana se abre delante del palacio.

En Peter Pan, el niño eterno, se avisa a los niños de la necesidad de madurar su sexualidad, de no quedarse en el eterno infante.

En Pulgarcito o Garbancito se avisa de los peligros que acechan en el mundo si los niños se aventuran en él antes de tiempo, pero aún así sus protagonistas se salvan gracias a su inteligencia y decisión. Y Pinocho es el niño desobediente que es atrapado en un mundo de vicios.

Entre las verdades que esconden los cuentos están los cambios reales que llegan con la pubertad. La necesidad de desarrollar habilidades, intuición e inteligencia, de elegir y aprender a tomar decisiones. De aceptar la soledad, la decepción y la muerte, enfrentarse a las dificultades, reconocer y aprender de los errores y controlar los deseos…

Los padres de los cuentos aparecen como faltos de voluntad para ayudar a sus hijas, a veces ausentes como en Blancanieves o La Cenicienta.

Con los cambios en los roles femeninos de los últimos tiempos aparece Pipi Calzaslargas, la niña rebelde, o Alicia en el país de las maravillas.

Entre las mentiras  que esconden los cuentos de hadas y durante siglos han servido para manipular a niños y niñas están las basadas en los roles de género que enseñan a las niñas a ser sumisas, obedientes, dulces, tiernas, frágiles, atontadas, inocentes, espontáneas, puras, virginales y teatrales en su imagen y apariencia, y a no mostrar nunca sus verdaderos sentimientos.

A utilizar sus habilidades para salvar a otros. A ser generosas y perdonar. A amar sin importarles la apariencia del otro, que puede ser feo e incluso bestial. A amar por compasión y no por su propio deseo y satisfacción.

Ellas tienen que amar incondicionalmente como Bella, que tiene que aceptar todas las imposiciones de la Bestia y estar encerrada y separada de su familia.

Cuando eligen, como Psique o Ariadna, tienen que sufrir el desprecio del elegido y que éste se aproveche de ellas y de su ayuda. No deben saber nada del sexo ni tener deseos sexuales. Tienen que ser extremadamente delicadas, frágiles y sensibles, como la princesa del guisante. Aceptar el encierro para salvaguardar su virginidad y fragilidad, sacrificarse por los demás sin rechistar y someterse a su destino como Cenicienta. Las jóvenes, como objetos de deseo e intercambio, deben tener las cualidades para ser elegidas por los príncipes y alcanzar así un status social que les permita salir de las limitaciones de su condición y evitar las duras tareas del mantenimiento y el cuidado, única alternativa para las que no consiguen un buen partido.

No se trata de eliminar el legado de los cuentos, pero llevan miles de años en la tradición oral, por lo que seguirán alimentándose de los nuevos símbolos y lenguajes que nos ayudan a reconocernos y crecer.

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2 comentarios

  1. Gracias May!
    Eres una maestra!
    Muy buena reflexión sobre nuestra tradición de cuentos y su influencia en la personalidad individual y social.!

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