Medusa

Medusa era una de las tres hermanas Gorgonas hijas de Forcis y Ceto, potencias primordiales de los océanos nacidas de Gaia, la madre Tierra, y de Ponto, el dios de los mares y hermano de Urano, el dios del cielo.

Forcis era un tritón con cuerpo de hombre, cola de pez y pinzas de cangrejo, y Ceto era un enorme pez con forma de serpiente. De Forcis y Ceto nacieron una variedad de deidades ancestrales asociadas a los océanos y que habitaban los confines occidentales, más allá del estrecho de Gibraltar y al Sur de la península ibérica, quizás en la antigua Tartessos.

La llegada de los nuevos dioses patriarcales fue convirtiendo a las antiguas deidades femeninas en monstruos legendarios y terroríficos asociados a las serpientes; que de simbolizar el poder de regeneración y renacimiento cíclico de la naturaleza, pasaron a ser símbolos de muerte, pecado y destrucción.

Para afianzar esa transformación y someter a las mujeres y a sus diosas, fue necesario crear toda una serie de mitologías que afianzaran esas ideas, crearan supersticiones y despertaran sentimientos profundos de pánico y desprecio hacia las antiguas representaciones de la naturaleza e incluso a la naturaleza misma en su aspecto físico y terrestre.

Como todos los relatos simbólicos que se asocian a patrones arquetípicos, conmueven y generan una fascinación que no suele pasar por el filtro de la razón y el entendimiento lógico y queda como un sustrato colectivo que da forma a actitudes y costumbres asociadas a los instintos y a las emociones que éstos despiertan en la psique colectiva.

Este es el caso en la historia de Ariadna y el Minotauro o el de Medusa, la joven y hermosa gorgona heredera de las antiguas diosas y chamanas, que se ve obligada a convertirse en sacerdotisa del templo de Atenea, la diosa del nuevo orden patriarcal, la que protegía y guiaba a los héroes, la nacida de forma poco natural de la cabeza de su padre Zeus.

Zeus creó el Olimpo después de ganar la guerra contra los titanes, los hijos de Gaia, y de violar a su propia madre Rea y a Metis, su tía, la diosa de la sabiduría, a la que después se tragó porque la había dejado embarazada y quería evitar una profecía que vaticinaba que sería destronado por un hijo de Metis. Así nació Atenea, la hija predilecta del padre, una nueva diosa de la sabiduría y la justicia, en este caso una justicia al servicio de los señores de la guerra y sus héroes.

Medusa estaba un día en el templo de Atenea cuando Poseidón, hermano de Zeus y nuevo dios de los mares y océanos, pasó por allí. Al ver la belleza de Medusa y su hermoso cabello intentó seducirla, pero al ser rechazado la violó.

Atenea, enterada de la situación, acudió colérica al templo, donde Medusa lloraba encogida en un rincón. Confundida quizás por un desprecio misógino hacia las de su mismo sexo, quizás por ganar puntos a ojos de su padre Zeus, quizás por celos y envidia de la belleza de Medusa, Atenea decidió castigarla al considerar que ésta había profanado su templo. Decidió castigar a la víctima y no al acosador que la había violentado, y convirtió la hermosa cabellera de Medusa en un horrendo nido de víboras que se retorcían llenas de veneno sobre su cabeza.

La joven Medusa, violentada, humillada, castigada y despreciada en su dolor se convirtió en un monstruo de mirada colérica que convertía en piedra a todos los que la miraban a los ojos.

Medusa volvía a sus orígenes, a su herencia ancestral, volvía a ser agua, piedra, serpiente y ley natural.

Al mirarla a los ojos producía un espanto, un latigazo de verdad, la verdad de la nueva injusticia de los hombres, y esto petrificaba a los que la miraban.

Medusa se convirtió en un espejo de la injusta justicia de los hombres, pero sobre todo de su miedo, el miedo que se despertó en ellos al reconocerse coléricos y violentos, incapaces de controlar sus instintos más básicos y capaces de cegarse y excitarse con el dolor ajeno.

Capaces de crear una escala de valores acorde a sus pasiones, que validaba su incapacidad para controlar esos instintos y ponía la responsabilidad en las víctimas por su belleza, su cabello o su vestido. Una escala de valores que convertía a los señores y sus pupilos en depredadores y cazadores legítimos y cercaba a los seres objeto de sus deseos con leyes y normas que acorralaban su libertad.

Medusa fue asesinada por uno de esos héroes preferidos de los dioses, Perseo, que la decapitó y convirtió su cabeza en un amuleto contra los enemigos.

Medusa se convirtió en un amuleto protector contra el mal de ojo y otros hechizos y amenazas nacidos de los celos y la envidia, el nuevo pecado del paradigma patriarcal, piramidal y clasista, que relegaba a víctimas y desfavorecidos al papel de culpables, y a los encumbrados al papel de héroes o elegidos que se permitían justificar sus pasiones y dejarse llevar por sus más bajos instintos.

Un juego perverso que todavía recorre el inconsciente colectivo y se manifiesta en leyes y formas sociales. Solo hay que ver lo que pasa en el mundo para reconocer que llega un nuevo cambio de paradigma basado ahora en la conciencia.

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